viernes, 15 de abril de 2011

A lo que está por venir....



De pie, frente al inmenso azul, como si no existiera nada más que un océano infinito. Cerré los ojos y aspiré el dulce olor que trae consigo la sal, bailando los dedos de los pies con la arena fría, dibujando caminos de zig zag que no iban a ninguna parte. La marea estaba alta aquella mañana y aún así sobraban kilómetros de experiencias arenosas que terminaban a primera hora del día y empezaban de nuevo horas más tarde, apresurándose por ser únicas. No se escuchaba absolutamente nada, sólo el mar, la melodiosa sensación de calma y tranquilidad, la quietud que tanto anhelaba, la paz interior de los días más caóticos.
Pude sentir el aroma del café en la cocina de una casa rebosante de alegría. Venía caminando con la taza humeante en la mano, a cámara lenta, vaticinando muestras de cariño, podía adivinar su mirada en la lejanía y conocía su caminar a la perfección. El verde agua transparente que vertían sus ojos me recordaba al mar, me calmaba, me daba paz. Me dio un sorbo de café y un beso en la frente, -¡buenos días!-, dijo, y me sonrió como si guardara un secreto. No dejaba de adularme con esa sonrisa y no me cansaba de admirarlo, sin pudores, era todo lo que necesitaba por el momento. Me di la vuelta y me abrazó, estrechándome entres sus brazos...Recuerdo que pensé "si este es el comienzo de la felicidad, tal vez nunca pueda dejar de ser feliz).

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Al que estè per venir, a l'illa que em acollirà

jueves, 14 de abril de 2011

SI/NO

SI

-La sonrisa de un niño.
-La música en directo.
-Las sábanas limpias y frías.
-Los impulsos incontrolados.
-Los encuentros a deshora, los mejores.
-Las conversaciones eternas.
-Soñar despierto.
-Romper pautas.
-Filosofar.
-La trascendentalidad.
-La primavera.
-El mar, y su brisa latigando mi cara.
-Llorar riendo.
-Los animales.
-Las verdades incómodas.
-La humanidad más absoluta.
-La lluvia sobre mi cuerpo.
-Andar descalzo.
-Lo que nadie dice/hace.
-Bailar.
-Estirarme.
-La espontaneidad.
-La sinceridad.
-Lo primario, el instinto.
-La pasión desenfrenada.
-Los arrebatos.
-Sonreír por dentro.
-Vivir intensamente.
-Arriesgarse.
-La lealtad.
-Los idiomas.
-Viajar, el mundo entero.
-Los abrazos, las caricias.
-El sexo.
-El amor.


NO

-Ver llorar a alguien.
-El tráfico en hora punta.
-Los desengaños.
-La decepción.
-Las reglas.
-La hipocresía.
-La violencia.
-El dinero.
-El materialismo.
-Las enfermedades.
-La traición.
-Los insectos.
-La gente despreocupada.
-El pasotismo.
-La crueldad.
-El sin sentido.
-Los pies mojados.
-El insomnio.
-El invierno.
-Los cumpleaños.
-Los grandes eventos.
-La guerra.
-Las amenazas.
-Los plazos límites.
-La intranquilidad.
-La ausencia.
-El cansancio.
-La vanidad.
-La autocompasión.
-La condescendencia.
-La religión.
-El miedo.

lunes, 11 de abril de 2011

Ilusionarme otra vez....



"No más errores", me dije. No más intentos de darme por completo a cada minuto para después sentir el vacío sentencioso, ese que te juzga y te araña desde dentro, que hace añicos la persistente e inagotable necesidad de acabar con todo lo dañino y pernicioso.
¿Cuántos más fracasos y decepciones podría soportar? Ni siquiera me atrevía a pensar en ello. Dejé que el tiempo me asfixiara y se volviera espeso y perenne ante mis ojos. A mi forma de ver la vida, era sólo un desencadenante más.
Esperé a que llegara el cambio de estación, a que cayeran las hojas, y volvieran a nacer, y oliera distinto, y el sol quemara hasta atravesarme. Esperé a que se apagaran los rescoldos de un fuego sin lumbre. Esperé a que anocheciera, y que amaneciera después, y tras él, el atardecer; y tras él, la desgarradora angustia. Esperé a que todo cambiara de color, a quitarme las legañas que no me dejaban abrir completamente los ojos, alzar la vista al frente y divisar el horizonte. Esperé a que dejase de escocer y el dolor cesase. Esperé...Y esperé...Y esperé. Ahora ya no quiero esperar más. Sólo quiero preocuparme de no preocuparme, aceptar que la pausa es parte del camino, que el miedo es parte de mi humanidad y que el amor auténtico y venidero hará de mí lo que no soy ahora.
Ya no quiero debatir conmigo mismo las posibilidades. Ni tentar a la suerte cometiendo locuras de adolescente que tal vez me hagan arrepentirme después, ni probar mis instintos haciendo de ello una dura competición contra mi raciocinio. No necesito más drama, ni la amargura de lo efímero, ni la espera eterna de una mentira inevitable. No necesito más misterio, ni más indecisiones.
No me nace ser cruel ni tampoco deshonesto, pero estoy aprendiendo a respetarme, a convivir conmigo, a dialogar y a respirar tranquilo si algo no sale bien, a derrapar, a morder el asfalto y a seguir respirando.
No me nace no ilusionarme, pues forma parte de lo que soy. Y, he de confesar, que por cosas como estas, realmente merece la pena.