domingo, 28 de noviembre de 2010

¿A ti quién te abraza?



Me han faltado tus abrazos, tu cariño, tu comprensión. Me ha sobrado todo lo verdaderamente dañino.
Escribiendo argumentos entre lo esencial y lo imaginario, paradoja de lo filial-paterno y las minas de secretos. La inquietud de verte aparecer armado con palabras y gestos mezquinos, la calma asfixiante tras la hostil espontaneidad de lo innecesario.
Rompiste con todo, y ¿para qué? Si jamás hiciste huella en lo que dejabas atrás de ti. No aspirabas al esfuerzo ni conociste el sudor del que mata por un hijo, el que vende sus ideales, hipoteca su voz y anula sus sentidos por la felicidad de un hijo, por un hogar. No era necesario lo material, no hacía falta la caridad ni la intransigencia, ni siquiera eran prescindibles los meses de apatía y soledad viajera, tan sólo se trataba de mantener el equilibrio, de mirar de izquierda a derecha, de arriba a abajo, de un lado a otro y vuelta a empezar, de interpretar señales, de ser diplomático, de tragar el orgullo y escupirlo en el momento idóneo, de no atesorar los pecados ni borrar los momentos en los que te vi sonreir, de filosofar con el espíritu y sacar conclusiones que no dañaran el ras entre lo profundo y lo superficial, de no tener miedo a la nada, de caminar entre la luz y la oscuridad, de percibir lo perceptible y apreciar lo imperceptible, de una lucha constante, de vivir sin lamentaciones, de no sofocar las palabras con pensamientos maliciosos, y alcanzar la pureza sin hacerla esclava de tu existencia.
Eran los gritos de "no más por favor". Tu lógica no era tan aplastante si rompías el cristal, carecía de sentido si dejabas la madera hecha añicos e incluso parecía absurda si desmontabas todo lo que habías tardado horas en montar.
No has defendido lo que era tuyo y has roto en mil pedazos lo que alguna vez lo fue, me has hecho más rápido y has creado una trampa acerba de la que no consigo desvincularme.
Soy consciente de mis errores, al igual que de los tuyos, mereces lo justo y lo demás está en manos de la suerte. No me queda más que decirte, he agotado todas mis preguntas, sin embargo hay una que no deja de azotarme frivolamente, o quizás sea la conciencia reivindicando su lugar, tierra de forzosos, suelo de lamentaciones.
Lo que más duele es ver como vence la rabia de ser a pinceladas como tú. Algunos me abrazaron por reconocerlo, otros me lo reprocharon, sé lo que piensa ella, pero......¿A ti quién te abraza?

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