jueves, 20 de enero de 2011

Esto es todo






Sevilla, 20 de enero del 2011.

Yo, aprendiz de la decepción y caballero de la indecisión, juro ante vender mi alma o perder mi integridad no volver a ignorar las voces que divagan en mis mareas ni tampoco confiar en ellas, no arriesgarlo todo a una sola carta ni tampoco jugar con demasiadas, no perder el rumbo cuando el equilibrio natural depende de mi condición humana, no consentir pensamientos de carácter certero ni perderme en palabras ni gestos lascivos que arremeten contra la estabilidad de dichos pensamientos, no prejuzgar, y antes de juzgar, dar rienda suelta a mis instintos; no devenir ni dejar de ir, ni permanecer, ni volver a ir, ni querer ir cuando no debo, ni deber hacerlo cuando no es necesario, ni hacer de lo necesario una obligación, ni obligarme a mí mismo a necesitar hacerlo; no argumentar falsas premisas de una lógica incandescente, no jurar en vano, ni prometer en silencio, ni decirlo en voz alta, ni gritarlo para mis adentros; no retomar lo que el pasado me escribió como obsoleto, no divertir lo tedioso ni asegurar lo incierto, no afianzar una estabilidad basada en la mera necesidad animal ni sofocar dicha necesidad con argumentos que tienden a ser estables, no aventurarme a lo desconocido ni dejar de pensar en ello ni un minuto, no seguir adelante sin mirar atrás ni volver hacia atrás sin tener presente lo que viene en adelante, no forzar situaciones que fueron diseñadas para dejarlas fluir, no atesorar recuerdos por la abstracta vanidad de la melancolía, no romper mi alma por defecto de quien no sabe llorar, no llorar sin antes haber reído ni reir sin antes haberme lamentado, no caminar solo nunca más ni tener miedo a volver a hacerlo, no alcanzar nuevas cotas de inseguridad, no dibujar falsas expectativas de lo que en principio no deja de ser una sombra igual que todas las demás, no acelerar el ritmo si no pienso detenerme en algún momento ni detenerme sin jamás haber acelerado, no sobrevivir a lo que inventé por miedo a hacerlo real ni hacer real todo aquello que en consciencia inventé, no dejar de ser un niño para conventirme en hombre ni dejar de ser un hombre para complacer a los animales que arrasan con el criterio, la lógica y la fe. No cumplir ninguna promesa citada anteriormente pues mañana no las recordaré.

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Resulta esencial todo lo efímero e inútilmente prescindible aquello que nos ata.

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