jueves, 6 de enero de 2011

Tan importante



Podría escribir un tratado sobre la hipocresía o podría defender la falacia de sus palabras y comprender entonces que todo cuanto dijo no fue premeditado, no lo diseñó, ni siquiera lo pensó levemente antes de romperlo en el aire. La ilusión me vistió esa tarde: todo cuanto había imaginado en el rincón más apartado y marginal de mi mente soñadora estaba ocurriendo, era producto de la realidad y no un sueño más de caminos de horas absurdos hacia la nada. Me hizo sentirme vivo, me hizo creer en lo increíble y hacer de lo creíble algo surrealista. No pude contar el tiempo, no pude seguir su ritmo, pues encabezó una carrera cual meta invisible llevaba las horas a ninguna parte. Ni siquiera dolió, no le dio la oportunidad de que doliese, ni de que fuese leve, ni de que existiera, tan sólo de que ocurriera. Y después de tanto tiempo, sigo aquí clavado escribiendo palabras que tal vez no sean leídas, depositando en blanco pensamientos que tal vez no sean compartidos, malgastando minutos que tal vez no sean devueltos, y si sólo tal vez, existe la posibilidad de su regreso, ¿por qué me anula tanto estar escribiéndolo?
No existe ficción si no se sube el telón, ni existe fracaso si las heridas no escuecen. No dudo de lo que fue, pero tampoco sé con certeza lo que será, ahora bien, seamos esclavos de ese momento porque no hubo lugar para falsas premisas ni escenas de balcón, ni siquiera para miradas equívocas.
No puedo presumir de paciencia pues aquella misma me exalta los nervios y nubla mis sentidos, pero aquí sigo clavado, sin aburrirme, sin desesperarme, haciendo de la necesidad virtud y separando con comas lo que no quiero que aún sea borrado. Y créeme, sigo siendo igual de transparente que siempre, y créeme, la última playa sigue estando en esos ojos.

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